martes, 16 de septiembre de 2008

MISIONEROS VICENTINOS. "EL NO-VICENTINO: UN LOBO CON PIEL DE OVEJA"


No lo he expresado a viva voz, pero hay algo que siento muy dentro de mí y que hoy, muy en confianza, te lo cuento a vos. Eso que decía Vicente de Paúl, que los pobres son nuestra herencia, me parece una desgracia, como bien lo expresa el dicho popular: "peor es nada".

Me parece mejor evangelizar a los ricos: huelen bien, son educados, se visten con elegancia, siempre están a la altura, no dañan mi imagen, me dan "status", me alimento bien en sus casas o donde me inviten. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? A ellos nos deberíamos dedicar los vicentinos, y sacarles un poco de plata para que den limosna a los pobres y se calmen sus conciencias, y la mía, por supuesto.

Los ricos no interpelan mi estilo de vida a no ser para decirme que debería vivir mejor, de acuerdo con mi privilegiada condición religiosa y por el gran sacrificio que hago de dejarlo todo para servir a los pobres (por este gran sacrificio que hago debería de valorarme más la gente, soy un verdadero mártir).

Por supuesto que prefiero cambiarle el significado a la palabra "pobre", hacerla ancha, muy ancha para que quepan todos, sobre todo los ricos, y así no tendría contradicción entre el carisma vicentino y mi conciencia, me comprometería menos y, podríamos decir, taparía mi condición de lobo, según me dicen algunos. Me gustaría acomodar la palabra "pobre" a mis intereses, pero no he podido manipular lo suficiente los escritos de Vicente de Paúl y el Evangelio mismo. Pero no pierdo la esperanza de hacerlo.

Los pobres, en cambio, casi siempre, huelen mal, se visten mal, son "canzones", necios, vagabundos, siempre me invitan a tomar un "agua de panela" o un "tinto" (café) hecho con saber que clase de agua y medio endulzado y, la verdad, me puedo enfermar, pues no estoy acostumbrado a ese tipo de cosas por el estilo de vida que llevo.

Además, los pobres interpelan mi vida, a veces con palabras, a veces en silencio. Me cuestionan mi estilo de vida y mi acomodamiento. Me denuncian la búsqueda de privilegios, honor, buena imagen y mi falta de compromiso evangélico. Delatan mi falta de verdadero amor y mi interés por la plata, el buen nombre, el reconocimiento, y lo placentero y sabroso de la vida. La verdad, no entiendo con qué derecho lo hacen, cómo se atreven a cuestionarme si "todo lo que hago lo hago por ellos". Son unos desagradecidos y exigentes, pobres muertos de hambre e ignorantes.

Creo que Vicente de Paúl, definitivamente, se equivocó al decir que de un lado de la medalla está Jesucristo y del otro los pobres. Me sigue pareciendo un absurdo.

¿Cómo van a ser los pobres nuestros amos y señores: "gente ignorante, harapienta y pecadora", gente que no se merece que invierta mi tiempo, mi vida en ellos?

Verdaderamente no me voy a complicar la vida: seguiré diciendo que amo a los pobres y que estoy aquí para seguir a Jesucristo, su evangelizador; que ellos son el maravilloso lote de mi herencia, y que Jesucristo y ellos son las dos caras de la misma medalla. De esta manera me puedo seguir llamando misionero vicentino, me atrevo incluso a llamarme cristiano, evito el conflicto, el compromiso y silencio mi conciencia traidora e hipócrita.

Que Dios me perdone, total Él es tan bueno y misericordioso que todo me lo aguanta y me lo deja pasar.

Que Dios me ayude y me dé la fuerza para seguir siendo un "lobo disfrazado de oveja", un no-vicentino en esta Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, porque, en definitiva, no pienso irme ni convertirme. Tengo un futuro muy prometedor y no pienso renunciar a él.

Que Dios me permita seguir llevando esta doble vida, sin transparencia en mis "Buenos Propósitos", mis "Votos", mi "Ministerio".

"Esta piel de oveja que llevo puesta, es la piel de mis víctimas que, además de darme calor y proteger mi piel, me brinda una falsa identidad para meterme en el rebaño, para alimentarme y devorar todo lo que pueda."