lunes, 2 de noviembre de 2009

EL SISTEMA NEOLIBERAL, ¿ES UNA IDEOLOGÍA MORAL?



El sistema neoliberal es, fundamentalmente, un versión corregida y aumentada de unos principios filosóficos clásicos, vividos y expresados por el capitalismo en su más cruda expresión: 1) el mercado libre, global y total, dirigido por la supuesta “mano invisible; 2) el Estado reducido a su mínima expresión, sin intervención en el mercado; 3) la primacía del propio interés, del individualismo competitivo.

Además, el neoliberalismo tiene una ética propia basada en determinados valores, tales como: la competitividad, la calidad, la eficacia, la libertad, el realismo, el equilibrio económico, todos ellos en función del mercado.

Es claro que en este sistema neoliberal, el centro lo ocupa el mercado con sus propias leyes que le sostienen, le legitiman y le garantizan perpetuidad.

Sin embargo, se hace necesario “echar un ojo” a la realidad actual para ver que tan efectivo es el sistema neoliberal para responder a las necesidades de la humanidad y si garantiza la vida digna para todos. Por ello, se hace necesario realizar, como decía Ignacio Ellacuría, un coproanálisis de la realidad, pues tal como lo hace el médico, analizando los resultados encontrados en las heces, se descubre el estado de salud del paciente, así sucede, entonces, con la realidad al ser examinada como el medio en donde actúa el neoliberalismo.

Como resultado del coproanálisis, descubrimos que las cifras de personas viviendo en la pobreza ha crecido de manera alarmante. Se ha producido una desigualdad creciente entre ricos y pobres. Cada vez unos pocos ricos son más ricos y muchos pobres son más pobres. El fenómeno de la exclusión es el más claro ejemplo de la gravedad del estado de salud de la realidad. Toda aquella persona, pueblo o nación que no es capaz de participar en el sistema de mercado, debido a no ser competitiva, a no cumplir los estándares internacionales de calidad (normas ISO: International Organization for Standardization), o no poseer capital para la inversión, queda inmediatamente fuera, es desechada, se le considera sencillamente como un sobrante.

El que no produce no sirve. El que no es competitivo no sirve. El que no tiene capital para invertir no sirve. El que no se puede certificar internacionalmente no sirve. En fin, cerca del 85% de la población mundial no sirve.

El resultado del coproanálisis es alarmante. Parece que el paciente está agonizando. La gran mayoría de la población mundial está condenada a morir. Parece que ahora es un enorme privilegio ser explotado con tal de no ser excluido. Es mejor ser instrumentalizado que ser desechado del sistema.

El ser humano se ha convertido en una herramienta del mercado. Toda forma de solidaridad y cooperativismo es asesinada. El Estado sólo sirve para salvaguardar los derechos del mercado y su perpetuidad. Desde la dimensión ecológica, existe una destrucción brutal que ha generando un grave desequilibrio climático, escasez dramática de los recursos naturales y, por tanto, daño irreversible que puede llevarnos a la desaparición como especie.

Sumado a lo anterior, está el problema del trabajo, que debería ser aquella actividad humana que le permitiera al ser humano satisfacer sus necesidades elementales de vida y realizarse como persona. Pero, lamentablemente, el trabajo está supeditado al mercado, se ha convertido en una actividad que denigra, que deshumaniza y despersonaliza, convirtiéndolo en un medio al servicio del mercado. El trabajo no está cumpliendo su función de garantizar el desarrollo personal y social, ni el equilibrio psicológico necesario. Es fácil constatar en nuestros pueblos que las mayorías son simplemente mano de obra barata y desechable para el sistema neoliberal.

El sistema neoliberal ha inyectado sus principios, valores y leyes en las relaciones sociales, en el sistema educativo, en el pensamiento mismo del ser humano. El sistema mediático de comunicación está envenenado de neoliberalismo. De tal forma que ahora, prácticamente, nacemos configurados para funcionar en el sistema. Todo ámbito de la realidad parece estar configurado “neoliberalmente”.

Es indiscutible, pues, que el sistema neoliberal, por ser un conjunto de ideas que condiciona e incluso llega a determinar las relaciones sociales, con el fin de conservarse, legitimarse y perpetuarse, creando una conciencia falsa, pues se presenta como la única posibilidad para garantizar el progreso y el desarrollo de la humanidad, es una ideología.

Es claro, entonces, que el sistema neoliberal es éticamente injusto, moralmente malo y religiosamente pecaminoso. La situación de exclusión, pobreza, muerte y desesperanza se califica como inhumana, antievangélica y como una violación permanente de la dignidad de las personas. Se ha generado un círculo de violencia institucionalizada a causa del lucro sin freno, convirtiéndose el neoliberalismo en una megaestructura de pecado.

El neoliberalismo es un sistema muy efectivo para crear riqueza, sin embargo, el precio a pagar es muy alto: pobreza y exclusión de las mayorías. La vida del ser humano está por encima de cualquier sistema, está por encima de la competitividad y del mercado con todos sus tentáculos. Un sistema que excluye, que crea mayorías sobrantes, no sirve.

Desde el seguimiento radical de Jesús, nos vemos configurados para romper con el sistema actual, pues no es posible servir a dos amos. O servimos a Dios y su proyecto de vida, o servimos al dinero y su proyecto neoliberal de muerte.

El seguimiento de Jesús nos hace adoptar una actitud de resistencia ante el neoliberalismo y a buscar la generación de proyectos alternativos que garanticen la vida de toda la humanidad y no sólo de unos pocos, en justicia, de tal forma que la persona humana y su dignidad sea lo que prime.

La clave del seguimiento de Jesús es el Reino de Dios que se construye en la historia. El Reino de Dios se constituye en una dimensión generadora de esperanza, de sentido de nuevos proyectos alternativos, de dinamismos históricos. Es claro que existe una lucha duélica entre el el Reino de Dios y el anti-Reino. No es posible una negociación en este sentido.

No se debe olvidar que las raíces del mal están dentro del corazón humano y en las estructuras sociales de pecado basadas en proyectos de muerte, tal como el sistema neoliberal. Por ello se hace necesario denunciar este sistema injusto y superar una vivencia fragmentada del evangelio. Para eliminar el pecado personal y estructural se necesita integrar la justicia y la misericordia, lo racional y lo simbólico, la cruz y la resurrección.

Todo sistema injusto será condenado siempre por el cristianismo auténtico y, como decía Monseñor Romero: “La Iglesia no dejará de ser voz de los que no tienen voz mientras haya oprimidos” (Homilía 20/05/1979).