1. PARTIR DE LA REALIDAD: Existe un país en América Latina, en el que desde hace más de 50 años se está viviendo un conflicto armado interno, producto de la injusticia social, de intereses internacionales, del narcotráfico y otros factores que se suman a los ya mencionados y que hacen que la realidad sea sumamente compleja.
Como siempre sucede en este tipo de situaciones, se generan víctimas, personas que terminan recibiendo todo el producto de este conflicto. Dentro de las víctimas que se generan, existe un grupo específico que ha recibido el nombre de “los desplazados”, que, por cierto, ha adquirido una connotación bastante despectiva.
Este grupo de personas que sufre el desplazamiento forzado es cerca del 10% de la población de dicho país. El problema parece no tener solución. A diario siguen llegando personas a las ciudades principales, huyendo de su tierra, dejando casa, bienes, cultura y familia, todo lo que tenían en manos de los tres grupos que protagonizan el conflicto: la guerrilla, los paramilitares y el ejército (que representa al gobierno de turno).
Por el momento, se está aplicando el sistema de la “pax romana” (llamado en la actualidad “sistema de seguridad democrática”), es decir, violencia institucionalizada y represión a todo nivel, pues se cree que la violencia sólo se acabará con más violencia; se están cortando las ramas del árbol pero se están dejando intactas las raíces. A nivel urbano e internacional se vende la imagen y se hace todo un montaje publicitario que avala este sistema y lo sigue retroalimentando, se aliena y manipula a la población de una manera elegante e inteligente.
Siendo este país latinoamericano cristiano católico en alto porcentaje, la cereza sobre el helado la aporta la Iglesia Católica, que ha mantenido una actitud poco profética, sumida casi siempre en el silencio, sin tomar una postura clara y definida en favor de las víctimas de este conflicto. En la mayoría de los casos, se ha conformado con ser asistencialista y no arriesgarse. Las víctimas, las personas desplazadas, se preguntan si es que acaso Dios se ha olvidado de ellas, o si es que Dios les está castigando, o a lo mejor Dios está del lado de los victimarios, o, lo que es peor, si es que Dios no existe.
Ante este hecho de la realidad, surgen las siguientes preguntas:
¿Será que Dios se dejará ver por estas personas desplazadas?
¿Qué será lo que Dios quiere para estas víctimas?
¿Será que las personas desplazadas podrán participar de un banquete con Dios?
¿O es que estas personas están fuera del plan de salvación de Dios?
¿Cuál será la postura de Dios ante esta realidad?
2. CONOCER EL TEXTO
Éxodo 24
1 Dijo a Moisés: «Sube donde Yahveh, tú, Aarón, Nadab y Abihú, con setenta de los ancianos de Israel; os postraréis desde lejos.
2 Sólo Moisés se acercará a Yahveh; ellos no se acercarán. Tampoco el pueblo subirá con ellos.»
3 Vino, pues, Moisés y refirió al pueblo todas las palabras de Yahveh y todas sus normas. Y todo el pueblo respondió a una voz: «Cumpliremos todas las palabras que ha dicho Yahveh.»
4 Entonces escribió Moisés todas las palabras de Yahveh; y, levantándose de mañana, alzó al pie del monte un altar y doce estelas por las doce tribus de Israel.
5 Luego mandó a algunos jóvenes, de los israelitas, que ofreciesen holocaustos e inmolaran novillos como sacrificios de comunión para Yahveh.
6 Tomó Moisés la mitad de la sangre y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar.
7 Tomó después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahveh.»
8 Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras.»
9 Moisés subió con Aarón, Nadab y Abihú y setenta de los ancianos de Israel,
10 y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro tan puro como el mismo cielo.
11 No extendió él su mano contra los notables de Israel, que vieron a Dios, comieron y bebieron.
Ubicación de la perícopa dentro del libro del Éxodo. En el libro del Éxodo, la perícopa que nos ocupa (24, 1-11), se encuentra ubicada en un bloque que algunos biblistas le han llamado “El libro de la Alianza”, o como le llama Carlos Mesters “Guión litúrgico de la renovación de la Alianza. El bloque comprende los capítulos 19 al 24.
Este bloque de seis capítulos es sin duda un guión litúrgico que se usaba en la celebración de la Alianza. Es probable que su primer sustrato redaccional sea del siglo VIII o VII a.C. La cohesión que tiene la redacción final proviene, probablemente, de un factor externo: servir como un guión litúrgico .
Sin duda, los elementos que componen el llamado “Libro de la Alianza” son mucho más antiguos. “Los capítulos 19-24 son una pared nueva hecha con ladrillos viejos, venidos del pasado del pueblo y transmitidos de manera separada en los clanes.”
Es muy probable que este bloque fuera redactado inicialmente durante la época de Ezequías o poco después para fundamentar y fomentar la reforma. Otro estrato seguramente fue redactado y añadido en la época pos-exílica. Ya en tiempos de Esdras, este bloque pasó a formar parte del libro del Éxodo, uno de los cinco rollos del “Pentateuco”. Lo más probable es que aquí se diera la redacción final .
“El “Libro de la Alianza” cuenta como fue la historia (Ex 19, 1-25), relata la ley de los diez mandamientos (Ex 20, 1-17), describe los compromisos de la Alianza (Ex 20,22 – 23,19), traza la utopía de la Promesa de Dios (Ex 23, 20-33), dice cómo fue hecha la primera celebración de la renovación de la Alianza (Ex 24, 1-18)” . Es en éste último en donde se ubica la perícopa de nuestro estudio.
Este bloque de seis capítulos del Éxodo, llamado Libro de la Alianza, contiene las leyes más importantes de la Biblia, aquellas que están en el origen de la organización y re-organización del pueblo en distintos momentos históricos, como los Diez Mandamientos y el llamado Código de la Alianza. Ellas son, por así decirlo, la constititución del pueblo de Dios .
Este guión litúrgico de seis capítulos, “muestra el esqueleto y la secuencia de la celebración, la carne el corazón y la vida, viene de la vibración del pueblo que participa y de la animación de quien preside, de acuerdo a su respectivo contexto histórico. El Libro de la Alianza no lo dice todo, pues pareciera que se trata simplemente de un libro seco de leyes e historias, sin embargo fue sin lugar a dudas, una de las herramientas más importantes para animar al pueblo en medio de la realidad que vivían . Por eso resultaba importante conservarlo lo más íntegra y fielmente posible, pues garantizaban la vida desde la fe en YHWH.
Delimitación: En el 23, 33, termina el relato sobre el código de la Alianza que inició en el 20, 22. Se da entonces un corte, en cuanto que se rompe con el discurso y se inicia nuevamente un diálogo entre Yahvé y Moisés. Es una narración litúrgica que ratifica la Alianza. Y luego, en el 24, 12 da inicio otro diálogo entre Yahvé y Moisés, pero modificando los otros personajes, pues ya no aparecen Aarón, Abihú y Nadab ni los setenta ancianos. En lugar de ellos aparece Josué. Es claro que da inicio otra unidad literaria, con una variación significativa de sentido.
Esta perícopa (Ex 24, 1-11) funciona como vínculo de unión entre lo expresado en el llamado “Libro de la Alianza”, en donde se encuentra redactado el Decálogo, del que luego se desprende el “Código de la Alianza”, y como introducción al tema del Santuario, la Tienda del Encuentro y el becerro de oro que tiene su desenlace con una renovación de la Alianza en Éxodo 34 .
Segmentación:
A. 24, 1-2 LA INVITACIÓN A LA FIESTA
B. 24, 3-8 LA SANGRE: VIDA Y COMPROMISO QUE NOS REUNE COMO FAMILIA
a. 24, 3 COMPROMISO DE PALABRA A PALABRA
b. 24, 4-8 SELLO DEL COMPROMISO CON LA PROPIA VIDA: PALABRA ESCRITA Y SANGRE
C. 24, 9-11 LA FIESTA: ENCUENTRO Y BANQUETE
A. Ex 24, 1-2: LA INVITACIÓN A LA FIESTA
La acción litúrgica da inicio con la convocación hecha por Dios a los líderes del pueblo. Dios toma la inciativa en el compromiso que está por ratificarse, e invita al pueblo a través de sus líderes Moisés, Aaarón, Nadab y Abihú, y los setenta ancianos (Ex 24, 1). Además, queda plasmada la gran responsabilidad que está sobre estos hombres que representan al pueblo (Ex 24, 2), ellos son los llamados a subir . Lo más importante a resaltar es que Dios asume un compromiso. En los pactos realizados en otros pueblos cercanos al pueblo judío, no se tienen este tipo de alianzas, en las que Dios es uno de los contrayentes. En los pueblos vecinos cuando se realizan alianzas entre dos partes, Dios siempre funge como garante y no como contrayente, mientras que en esta alianza, Dios es garante y contrayente, el que toma la iniciativa.
Ciertamente, el texto nos genera algunos cuestionamientos, como ¿Quién habla? y ¿y por qué se hace referencia a YHWH en tercera persona?
La solución que la mayoría de los biblistas dan a estas cuestionantes es que el autor busca alterar la sintaxis hebrea para indicar un cambio de énfasis, orientando directamente el mensaje que Dios quiere transmitir a Moisés. Además queda claro que quien habla es ciertamente YHWH. También es importante resaltar que aquí se da una orden clara con respecto a Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos y que finalmente no se ejecutará (Ex 24, 9-11) .
B. Ex 24, 3-8: LA SANGRE: VIDA Y COMPROMISO QUE NOS REUNE COMO FAMILIA.
a. Ex 24, 3: COMPROMISO DE PALABRA A PALABRA. “Lo que Dios pedía al pueblo era una completa apertura a su voluntad. El alcance del compromiso de Israel no podía limitarse ni definirse por ningún conjunto de estipulaciones específicas o preceptos. En el Sinaí las Diez Palabras (Ex 20, 1-7) habían servido para condensar la voluntad de Dios con respecto a su pueblo. En una fecha más tardía, el “Libro de la Alianza” (Ex 21, 22 – 23, 19) serviría para la misma finalidad. Pero ninguno de ellos podía definir exhaustivamente lo que Dios exigía de su pueblo. En el Sinaí, Israel no pudo haber comprendido perfectamente el sentido de la frase “Todo lo que Yahvé ha dicho”, porque sólo gradualmente se habría de desarrollar todo lo que contenía el llamamiento de Dios. La ley de la Alianza de Israel había de evolucionar a lo largo de muchos siglos, revelándose en el curso de los acontecimientos históricos” .
Éste versículo conecta directamente con Ex 19, 8, dando continuidad a la celebración que está próxima a realizarse. Esto parece indicar que todo está listo para para que la Alianza sea concluida. El modelo regular de ratificación de la alianza parece ser el siguiente: lectura de la ley, respuesta del pueblo, sacrificio y juramento. En este caso, este versículo es algo fuera de lo común, pues primero Moisés narra al pueblo todo lo que YHWH le había dicho, y el pueblo aceptó cumplir todo lo que YHWH le había dicho a través de Moisés. Se da un compromiso de Palabra a palabra. Algunos biblistas se inclinan a pensar que esta narración hace alusión al Decálogo (Ex 20, 1) y los mandatos a las leyes anunciadas en Ex 21, 1 .
b. Ex 24, 4-8: SELLO DEL COMPROMISO CON LA PROPIA VIDA: PALABRA ESCRITA Y SANGRE. “Pudiera pensarse que la promesa pronunciada por Israel “Nosotros haremos todo cuanto ha dicho Yahvé”, sería suficiente para concluir la Alianza. Pero los semitas sentían la necesidad de acompañar la palabra hablada con una acción simbólica que expresara de modo visible el establecimiento de una comunidad de Alianza. Para ello existían variedad de fórmulas posibles. Y las partes que pactaban podían mezclar su propia sangre cortando uno al otro en el brazo. Conforme a otro rito, las dos partes pasaban por entre las mitades separadas de un animal (Jer 34, 18; Gn 15, 9-12. 17-18). El establecimiento de la Alianza habría de terminar casi siempre con una comida en común (Gn 31; 46; 54; Jos 9, 14; 2 Sam 3, 20). Pero el rito esencial de la Alianza del Sinaí tenía relación con el salpicar de sangre, altar y pueblo. Todos aquellos que entraban a formar parte de una alianza, pasaban a ser de algún modo una comunidad con una vida en común. La sangre era un elemento importante en varios ritos de alianza diferentes, precisamente porque ella era signo de vida. “La vida de toda carne es su sangre” (Lev. 17, 14). El nephesh o principio vital, se pensaba que residía en la sangre. Por eso, se creía que la sangre de la víctima era más santa que la víctima misma. Como la sangre era signo de vida y aún contenía la vida, los varios ritos de participación en la sangre eran tenidos por signos de participación en una vida común. Los que mezclaban su sangre en un rito lacerante de alianza, se convertían simbólicamente en hermanos de sangre.
El simbolismo del rito de sangre del Sinaí es más sutil. Moisés tomó la mitad de la sangre y la arrojó contra el altar. Lo que se colocaba sobre el altar se pensaba que pasaba de la esfera de lo profano a la esfera de lo divino. El arrojar la sangre contra el altar indicaba que la vida simbolizada por la sangre se había convertido en cierto modo en una vida divinizada. Había pasado de la esfera de lo profano a lo sagrado. Después de esto se rociaba al pueblo con la sangre restante. El rito así celebrado no solamente indicaba que había sido establecida una comunidad de vida entre Dios y su pueblo, sino que el pueblo había recibido una vida nueva de Dios” .
En estos versículos (4-8) se da propiamente el modelo regular de ratificación de la Alianza. Moisés escribe la Ley y derrama la mitad de la sangre del sacrificio de los novillos sobre el altar como signo de que Dios sellaba esta Alianza con su vida, es decir, su Palabra. Luego Moisés leyó el Libro de la Alianza al pueblo y éste respondió que obedecería y cumpliría todo lo que YHWH había dicho (v. 7), y luego la otra mitad de la sangre fue rociada sobre el pueblo para indicar que la Alianza quedaba sellada con la sangre del pueblo, es decir, con la vida misma. Este pacto de sangre también hace referencia al establecimiento de una verdadera comunidad entre los pactantes . No se debe olvidar que el altar es el lugar del encuentro entre Dios y el pueblo. Este encuentro quedó sellado, firmado por la sangre, por la vida. Es un compromiso asumido que no puede ser destruido por ninguna fuerza .
Las doce estelas a las que hace alusión el texto (Ex 24, 4), junto con el altar y al pie del monte, simbolizan a todo Israel. Es todo el pueblo representado allí. Y el hecho que sean unos jóvenes los que realizan el sacrificio nos indican que en el tiempo en que fue redactado este estrato, aún no no se había instituido el sacerdocio legítimo .
C. Ex 24, 9-11: LA FIESTA: ENCUENTRO Y BANQUETE
“La comida en común era para los semitas, como todavía para nosotros hoy, uno de los signos más naturales de comunidad entre las gentes. Por ejemplo cuando Isaac y Abimelec hicieron su alianza de amistad, el pacto fue sellado con una comida (Gn 26, 28-30). Aquí no puede tratarse de una comida de alianza entre Yahvé e Israel. En cambio los setenta ancianos, que representaban las tribus unidas por la Alianza, comieron una comida solemne en presencia de Dios en la cumbre del monte santo. La descripción está llena de misterio, como es natural que lo estuviese cualquier descripción o experiencia mística. Así describe Martín Buber el escenario en el que los setenta ancianos iban a experimentar la presencia de Dios:
Los representantes de Israel vinieron a verle en las alturas del Sinaí. Posiblemente habían caminado antes del amanecer en medio de la niebla que colgaba y se adhería. En el preciso momento en que alcanzaron el término, la movible tiniebla se rasga y se para (como yo mismo he podido observar una vez) y se disuelve a excepción de una nube casi transparente teñida por el sol todavía sin aparecer. La proximidad al zafiro de los cielos sobrecoge a los ancianos pastores del Delta que nunca habían gustado ni tenían la más remota idea de cómo se manifiesta la luz del amanecer en su despliegue sobre las cumbres de las montañas. Y esto es lo que perciben los representantes de las tribus liberadas como si estuviera bajo los pies de su entronizado rey.
Y al ver lo que irradia de él, le ven a él… Él los había invitado a comer delante de él; y ahora que han llegado delante de él, el les permite verlo en la gloria de su luz, manifestándose a ellos, aunque permaneciendo invisible” .
“No se trata de un intento de eliminar la realidad de la experiencia de los setenta ancianos atribuyéndola a condiciones atmosféricas. El hecho perteneció en lo esencial al orden místico y trascendía el escenario físico. Dios reveló su presencia a los ancianos de Israel con tal inmediatez que ellos y las generaciones venideras de Israel se maravillaron del hecho de que habían quedado cumplidas puesto que “ningún hombre puede ver a Dios y vivir” (Ex 33, 20). Israel comprendió que el raro privilegio de los que toman parte en la comida de la Alianza era de algún modo un signo profético de la consumación que había de llevarse a cabo al final de los tiempos (Cfr. Is 25, 6-8).
La escena es la misma que la del Éxodo 24, 9-11, pero ahora no son solamente los setenta ancianos representados de Israel quienes son llamados a la cumbre del monte de Dios, sino todas las naciones de la tierra, que vienen en torrente al gran banquete de la Alianza (Cfr. Is 2, 2-3).
De hecho la tradición judía vio en los setenta ancianos del monte Sinaí una prefiguración de la muchedumbre de naciones que habían de afluir al monte de Dios al fin de los tiempos.
Según la leyenda rabínica, la Torá fue promulgada en el Sinaí en setenta lenguas a fin de que pudiera algún día ser transmitida a todos los pueblos de la tierra. (Conforme a la lista de pueblos de Gn 10, el género humano está compuesto de setenta naciones diferentes)” .
En estos versículos (9-11) se da un verdadero giro al relato, ya que la orden que se había dado en los versículos 1-2 no se cumplió, o mejor dicho, parece ser que YHWH cambió de parecer, pues se dejó ver por Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos. El texto es sumamente franco en tanto que afirma “vieron al Dios de Israel” (v. 10), y además está la otra reacción de Dios: “no extendió él su mano contra” (v. 11) ellos. Les dejó con vida. Es sorprendente como el texto nos presenta a Dios como aquél que se deja ver y deja con vida a quienes lo hacen. Es un Dios que cambia de parecer en bien de su pueblo. Y el hecho de que comieran y bebieran, presenta al Dios de Israel como un ser familiar, no inspirador de temor, que abre un camino de comunión e intimidad. Eso es la Alianza. Una verdadera fiesta que se manifiesta en un banquete comunitario .
3. CONTEXTO REDACCIONAL E HISTÓRICO DEL HECHO
Es claro que el Código de la Alianza es un conjunto de leyes antiguas sin fecha, sin firma. Pero una ley no se hace sin motivo. Ella siempre responde a una situación concreta del pueblo, e, indirectamente, la revela. Al hacer una lectura más o menos detallada del texto precedente a la perícopa estudiada, Éxodo 24, 1-11, se puede descubrir mucho de esa realidad del pueblo que fue redactando:
a) Era un pueblo de agricultores, en su mayoría, cultivaban la tierra sembraban y recogían cosechas (Ex 23, 10ss.). Producían trigo, tenían viñas y olivares, criaban ovejas, tenían al jumento como animal de carga y al buey para trabajar en la labranza (Ex 22, 5; 23, 11; 20, 24; 23, 5; 23, 12). Parece que cada familia tenía su tierra (Ex 22, 24). También tenían esclavos para trabajar (Ex 21, 2). Llama mucho la atención la frecuencia con la que el código menciona a los bueyes y a los esclavos. Existen una serie de leyes que hacen referencia a los esclavos y otras a los problemas que ocasionaba el buey (Ex 21, 2-11.20.26ss; 21, 28-37).
b) Vivían como una gran familia, en buena armonía, pues incluso podían dejar sus bienes a los vecinos para que se los cuidase, se prestaban los animales (Ex 22, 6.9.13.24).
c) Sin embargo, si existía la ley era porque la vida no era tan apacible y armoniosa, es decir, existían conflictos sociales graves. Había esclavos que eran maltratados. Había extranjeros y pobres que eran explotados. Había oprimidos e indigentes que eran explotados por los altos intereses de los préstamos. Había gente rica que compraba esclavos y esclavas y gente pobre que prefería ser esclava o vendía a su hija como esclava. Había secuestros, robos y asaltos, peleas por causa de mujeres y de los bueyes, destrucción de las cosechas por el fuego y el ganado, emboscadas y asesinatos, incluso de gente inocente y justa. Había patrones que aumentaban el número de sus mujeres y disponían de ellas como bien le daba la gana, incluso como “productoras” de esclavos, y había padres que se veían obligados a vender a sus hijas como esclavas amantes del patrón. Existía un contraste entre la vida sosegada y armoniosa del campo y los conflictos sociales violentos que acababan con la vida sosegada y familar (Ex 21, 2.4.5.7.8-10.12.16.20.22.28-36; 22, 1-3.4-7.20.24; 23, 3,6.7.9.11;
d) Las instituciones ya no daban cuenta de la defensa de las personas. En los tribunales había falso testimonio, presiones externas, desconocimiento del derecho del pobre, acusaciones falsas y sobornos. En la familia había irrespeto a la autoridad de los padres y desigualdades: unas personas se enriquecían y otras se empobrecían. Había gente que irrespetaba la autoridad. Existía la ley del sábado, sin embargo, ella no valía para garantizar el descanso semanal al extranjero y al esclavo. Existía el derecho de asilo, no obstante, había asesinos que abusaban de este derecho. También hasta la costumbre de hacer préstamos y pedir prendas, eso era usado para explotar a los pobres. La vida familiar y social estaba amenazada con su desintegración (Ex 23, 1-8.12; 21, 13-17; 22, 24-27).
e) Existía conflicto entre la religión oficial y la religión popular. Al lado de YHWH, el Dios vivo y verdadero, existían ídolos de oro y plata, eran falsos dioses, cuyos nonbres eran invocados al lado de los santuarios antiguos, donde el pueblo recordaba las manifestaciones de YHWH. Había santuarios cananeos, construidos en lugares “altos”, donde sólo se llegaba a través de escalones. Al lado de los altares de tierra y de piedra bruta había altares de piedra tallada. En los altares ellos ofrecían los frutos de la tierra, las primicias de su producción, las ovejas y los bueyes. Tres veces al año, en las grandes fiestas, hacían su peregrinación. Pero también había gente que frecuentaba hechiceras y practicaba ritos sexuales extraños con animales, confusión de dioses y de altares. Confusión de santuarios y de ritos (Ex 20, 23-26; 22, 17-19.28-29; 23, 13-19).
En cuanto al contexto de la redacción final del Éxodo (y de todo el Pentateuco), la mayoría de biblistas oscilan entre los siglos VIII y VI a.C. Pero cada vez más se ve la tendencia a creer que la redaccion final es pos-exílica, es decir, hablamos después del año 538 a.C. Es probable que con el transcurrir del tiempo y los estudios bíblicos, se tengan argumentos válidos que sustenten que el Éxodo (y todo el Pentateuco) fue escrito tardíamente.
Es claro, pues, que el tiempo del exilio (587-539 a.C), fue reinterpretado por el pueblo de Israel como un volver a vivir la experiencia del Éxodo: esclavitud, opresión, Dios que escucha el clamor de su pueblo y luego lo libera. Esta experiencia marcó profundamente al pueblo y se vio reflejada en la redacción final. Cada etapa redaccional del texto muestra de una u otra forma, algo de cada contexto, de la realidad del pueblo. El texto le dijo algo al pueblo, y el pueblo le dijo algo al texto .
La perícopa que nos ocupa, Ex 24, 1-11, es apenas el final de este gran bloque de seis capítulos (19-24) que expresa el compromiso, la alegría, la fiesta, la celebración, y que ratifica la Alianza entre Dios y su pueblo.
4. MENSAJE DE DIOS PARA EL TIEMPO REDACCIONAL Y DEL HECHO.
Frente a las grandes diferencias que existían en el tiempo del hecho, donde se clamaba la presencia de Dios ante tanta carencia de justicia, surge este relato, en donde se recuerda las leyes de la Alianza que se mantenían en la cultura, pero que no se habían estado aplicando, pero aún así, aunque fueran de otro entorno social, de otra lucha, al tiempo en donde se estaba redactando, daban respuesta a la petición de justicia.
Por ello, el pueblo espera encontrar alguna respuesta en el Libro de la Alianza, de tal forma que se actualice la justicia, y se responda a aquellas dificultades del pueblo, ya que se preguntaba ¿Quién nos ayudará? ¿Cómo saldremos de esto? ¿Hacia dónde tenemos que caminar? Y muchas preguntas más, en donde trataban de encontrar respuesta a todo lo que vivían.
De esta manera se presenta a un Dios que les ilumina por el sendero que los lleva a salir de estas dificultades, y que toma la iniciativa para encontrarse con su pueblo; les propone algunos criterios y espera que el pueblo los acepte y cumpla; se hace de personas que le sirven de intermediarios, tal es el caso de Moisés y luego de otras personas, como Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos, quienes bajo una constante comunicación guían a ese pueblo hacia Dios, y fomentan la unidad y una entera obediencia a Dios.
Para poder sentir la fuerza y el valor de la presencia de quien el guía, Dios se presenta como un Dios cercano, que se encuentra con su pueblo en el altar, que baja para hacerse presente entre el pueblo, y no se queda sólo en las alturas.
Es necesario decir que Dios parecía mostrarse inaccesible para todos, ya que sólo a Moisés le estaba permitido verlo, sin embargo, es un Dios que cambia de actitud y permite que se le acerquen otras personas aparte de Moisés. Un Dios impredecible.
Es un Dios que cambia de parecer, ya que primero no permite que le vean (bajo la pena de muerte para quien lo haga), y luego permite que lo vean y no le quita la vida a quienes lo ven, sino que se dispone para disfrutar comiendo y bebiendo con ellos. Por tanto se nos presenta la imagen de un Dios alegre y no juez ni castigador. Muestra su rostro misericordioso.
El lugar de Dios parece ser ambiguo, pues se expresa directamente que Dios está arriba, en el monte, después en el altar, luego entre sus invitados.
Dios se muestra como aquél que ofrece y espera una respuesta del pueblo, que hace comunidad con el pueblo, que se unen como si fuesen de una sola sangre. La sangre implica el compromiso mutuo entre los contrayentes. Dios se compromete a continuar el camino con su pueblo y el pueblo se compromete a escuchar su palabra y cumplirla como respuesta de amor a Dios y amor a sus semejantes. Esta es la firma de los pactantes con su propia sangre, con su vida misma. Dios recuerda al pueblo de cada contexto histórico que él se mantiene fiel a sus promesas, a su Alianza. Esto generaba esperanza en el pueblo y le permitía seguir luchando y tratando de mantener vigentes las leyes en pro de la justicia.
La realidad de los setenta ancianos a los cuales se les permite acercarse y ver a Dios, lanza la Alianza más allá del pueblo de Israel, es una Alianza universal. Esto se entiende mejor desde el contexto post-exílico, en donde al regresar de Babilonia, se unieron al pueblo judío muchas personas de otras culturas y se quedaron a vivir con él, conformando un nuevo pueblo de Israel. Así la invitación de los setenta ancianos es una invitación a todos los pueblos de la tierra.
Del mismo modo cuando especifica las 12 estelas, quiere ratificar que especialmente ha llamado a las doce tribus de Israel, por encima de todos los pueblos, pero para compartir la promesa de Dios a toda la humanidad.
También cuando hablamos de la situación del rito, en cuanto a la pureza del pacto, tenemos que recurrir a los jóvenes quienes son llamados al servicio del sacrificio de los animales para Dios, son los que inician el pacto de Sangre, por tanto este acercamiento cae primeramente sobre los jóvenes, quienes tienen que aceptarlo con mayor fervor por tener menos faltas contra el Altísimo. Esto implicaba para cada contexto del pueblo, un nuevo llamado a ratificar esta Alianza.
Del mismo modo al hablar de las manifestaciones de Dios, vemos que en el contexto de la lectura de la época, podría verse desde un pueblo que busca a Dios, y así, este texto daría unas opciones a este acercamiento de Dios, tanto abajo en medio de la gente y a través del altar, como en el monte que es donde se manifiesta de forma visible.
Es claro que este texto tiene una fuerte connotación litúrgica, utilizada para la celebración de la renovación de la Alianza en el período post-exílico, cuyos orígenes están anclados en algunos hechos históricos del pasado del pueblo y transmitidos por la tradición oral.
Podría pensarse que el hecho que Moisés, Aarón y sus hijos, y los setenta fueran invitados por Dios para acercarse a él, y Dios les permitiera verle, es una forma de expresar que, efectivamente, existe el grupo sacerdotal dentro del pueblo, pero que esa mediación Dios la amplía poco a poco, de tal forma que todo el pueblo tenga acceso a él. Es una invitación para que el pueblo se sienta invitado a relacionarse personalmente con Dios, reconociendo su pertenencia a un pueblo (19, 10ss.). Además seguía validando el sacerdocio con una función esperanzadora y de acompañamiento al pueblo.
La Alianza es el culmen de la liberación, y, por ello, este pueblo liberado no tiene más que estar alegre y celebrar la vida, la libertad, por eso se reúne todo el pueblo para que coman y beban dentro de una celebración litúrgica. Es una clara manifestación de la íntima relación entre fe y vida del pueblo.
También es una invitación clara a que en su propio contexto, el pueblo de una respuesta y se mantenga unido a este Dios, que los está llamando a la hermandad, la comprensión y a la justicia, en bien de los más desfavorecidos y vulnerables del pueblo.
Es un claro llamado a los jueces, a las autoridades y a toda persona que ejerza justicia sobre otros; a los sacerdotes para que nunca olviden su función mediadora y liberadora del pueblo; a la gente rica para que no explote ni oprima a los pobres, a los campesinos, y finalmente a todo el pueblo para que no pierda su esperanza en YHWH, su liberador, que siempre se mantiene fiel a su palabra.
En definitiva, esta ratificación de la Alianza invitaba al pueblo a mantenerse atentos a la Palabra de YHWH, de tal forma que siguieran construyendo la justicia y superando las dificualtades que sufrían.
5. PARA CELEBRAR A DIOS HABLANDO HOY.
Llevar este texto a la realidad colombiana no es fácil, ya que el sufrimiento de las personas que son víctimas de los desplazamientos forzados y de cualquier otro tipo de violencia, no les es fácil reconocer la imagen de Dios.
Dios es infinitamente bueno y no le gusta ver que los seres humanos sufran, él también sufre ante esto, se solidarisa con su pueblo. Hay un dicho popular que dice que “no hay un mal que por bien no venga”, y en este caso, se estaría afirmando desde la fe que Dios tarde o temprano responderá, ya que él siempre esta en las buenas y en las malas, y un pueblo que tiene la la fe puesta en él no perderá la esperanza.
Para las personas que viven este tipo de sufrimiento es muy difícil ver el actuar de Dios en sus vidas, sobre todo ante la indiferencia de sus propios hermanos. Eso hace más difícil que descubran a Dios caminando a su lado.
Una de las posibilidades para que el rostro de Dios pueda ser vista por las personas desplazadas, depende la concientización que como Cristianos asumamos, sintiéndonos responsables ante el dolor ajeno. Es interesarnos en el prójimo y asumir un compromiso personal concreto. Como dice Emmanuel Levinas “tengo que hacerme cargo del otro”.
La fe nuestra es puesta a prueba por esta realidad, la cual develará cuanto amo a mi hermano. Dios espera que las personas que dicen creeer en él asuman su compromiso en pro de la justicia para todos, pero con opción preferencial por las personas más desprotegidas y vulnerables.
En primer lugar, como Iglesia, se necesita que sus pastores asuman una actitud profética, denunciando a quienes están detrás de esta injusticia, y llevando esperanza mientras se camina junto con las personas desplazadas en busqueda de la tierra prometida que ha sido arrebatada. Además tiene la tarea de que cada cristiano haga sentir a estas personas desplazadas como hermanas e hijas de Dios, y que les sea devuelta la dignidad que un día les fue quitada.
Esta será una verdadera experiencia de fiesta, de banquete en medio del desierto en donde Dios se hace presente para comer junto a ellos.
Esta Alianza entre Dios y su pueblo quiere acabar con el sufrimiento, y exigir el derecho a la tierra, para que tengan descanso en él. Dios espera que su pueblo entre en sintonía con él.
Este texto hace un llamado a la unidad de la totalidad del pueblo colombiano, sin distinción de culturas, estratos, orígenes, credo religioso, etc., de tal forma que este encuentro del pueblo colombiano con su Dios tenga una connotación festiva, de celebración, en la que todas las personas puedan comer y beber por igual, sentados en una misma mesa, ya que sólo en la comida y bebida se construye la familia y se asume la realidad de la otra persona como la realidad propia. No puede haber experiencia de liberación festiva cuando se excluye a alguien. Es una experiencia que garantiza la vida digna.
La Alianza implica el compromiso concreto y efectivo de los unos por los otros.
Así como Moisés, Aaron, Nadab, Abihu y los setenta ancianos eran los responsables y representantes del pueblo ante Dios, así las autoridades gubernamentales de Colombia deben asumir su responsabilidad en plenitud, arriesgándose incluso a poner en peligro su vida subiendo en busca de una solución. Implica también la generación de posibilidades alternativas a la violencia, propiciando el diálogo y la negociación para evitar más víctimas.
1 comentario:
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