Por: Ana Cecilia Hernández
El tema del enfoque
competencial que hoy ocupa el proceso educativo va mucho más allá del desarrollo
creativo de enseñar, pues a este atañe,
indefectiblemente, la evaluación. Es
sumamente valioso que haya congruencia entre lo que se enseña y lo que se
evalúa; entre los objetivos propuestos y los ítems que medirán el alcance de
estos con sus respectivos aprendizajes.
Todo lo cual, finalmente, arroja
una calificación reflejada en números, letras o rangos.
Pero antes de llegar a
esa evaluación, hay que jerarquizar los objetivos que la rigen; es decir, qué
es lo prioritariamente necesario en el proceso de evaluar, determinar hacia
donde se orienta tal evaluación, y establecer cuales son los esenciales mínimos
necesarios que el estudiante ha de dominar.
En general, los
pedagogos recomiendan asignar “x” o “y” porcentaje a los contenidos de una
prueba, según el grado de relevancia de
los objetivos; de esta manera habrá congruencia.
Los dominios
son determinantes en el proceso de la evaluación, pues dan luces sobre el
grado de superficialidad o de profundidad con que han de abordarse los
conocimientos en la evaluación.
Al respecto, la Taxonomía
de Bloom establece seis niveles que van de un grado menor hasta el mayor; el último requiere de importantes niveles de esfuerzo y exigencia, y de la internalización
del conocimiento por medio de la utilización práctica del conocimiento, su valoración, el uso de este y la
reutilización del mismo, lo cual se constituye
en el ideal de aprendizaje.
La clasificación bloomiana, en sus seis niveles, puede
orientar el proceso evaluativo, especialmente porque impide que se pierdan de
vista los objetivos que guían el proceso; así será posible conocer con certeza
cuales dominios son los requeridos, según el objetivo de aprendizaje trazado.
El nivel básico de la
escala de Bloom: conocimiento, requiere de un menor esfuerzo de aprendizaje para el alumno,
quien solo tiene que recordar, referir,
narrar y memorizar diferentes nociones, las cuales pueden ser
evaluadas por medio de instrumentos
sencillos tales como listas de nombres, definiciones, recopilaciones,
narraciones, preguntas como: ¿qué?, ¿cuál?, ¿quién? Una vez se tengan establecidos claramente los
objetivos de aprendizajes que encajen en el dominio
conocimiento, se le podrá
adjudicar una ponderación porcentual en la prueba, en función de la amplitud y
alcance de tales objetivos.
El segundo nivel, comprensión, guarda relación con la
capacidad de empoderamiento del conocimiento, es como asirlo, tomarlo, y
quedarse con él. Un conocimiento comprendido se incorpora en el saber del
estudiante, lo cual requiere de una mayor facultad de pensamiento
abstracto. Hay en este nivel un dominio que se enfoca hacia lo
dimensional, hacia el conjunto y sus
elementos. Para alcanzar este nivel de
aprendizaje, el estudiante deberá ser capaz de parafrasear, resumir textos,
llegar a conclusiones, ordenar y reordenar ideas, explicar planteamientos,
resolver problemas numéricos, entre otras habilidades similares.
Evaluar contenidos
relacionados con objetivos de aprendizaje asociados a este segundo nivel,
conlleva que el estudiante ponga en
práctica actividades como las citadas.
El tercer nivel de la
taxonomía de Bloom es la aplicación. Guarda relación con la destreza en la
comprensión de nuevas situaciones de aprendizaje, usar información pertinente;
también tiene que ver con el uso de mecanismos de inferencias y deducciones, la
implementación de conceptos, la creación de nuevas situaciones, también la
resolución práctica de problemas utilizando habilidades adquiridas previamente.
Cuando se evalúan
objetivos de esta naturaleza los instrumentes de evaluación deben tener un
valor porcentual importante, con ítems y planteamientos como la demostración,
el cálculo, la construcción y reconstrucción de hechos y problemas, el
planteamiento de nuevas ideas, defensa y demostración de hipótesis y teorías,
así como también la experimentación y la discusión.
Un cuarto nivel, el análisis, destaca que para adquirir esta habilidad, el
alumno competente deberá ser capaz de descomponer un problema y establecer
relaciones y dependencias entre sus partes; involucra el fraccionamiento de la
información en sus elementos constitutivos, la jerarquización de estos, sumado
a la capacidad de predecir resultados, clasificarlos, interpretarlos y derivar
conclusiones.
En este nivel la
habilidad del discente se agudiza. En este punto es capaz de tomar y disponer del
conocimiento y asimilarlo (nivel de conocimiento), internalizarlo, empoderarse
de él (nivel de comprensión), utilizándolo y reutilizándolo en distintas
circunstancias (nivel de aplicación); y tras
apropiárselo, es capaz de descomponerlo y recomponerlo, y descubrir la
estructura que subyace en los hechos (análisis).
Ejercicios
y talleres de interpretación y
demostración; así como también la ejecución de experimentos y laboratorios,
son actividades de evaluación que le
darán una ponderación destacada a los objetivos de aprendizaje cuya finalidad
sea el análisis. En este punto ha de
tenerse en cuenta que se requiere del reforzamiento de los niveles previos para
el alcance de este escalafón.
El
quinto nivel de la taxonomía de Bloom es la síntesis, y guarda estrecha interacción con procedimientos
de
composición- descomposición y esquematización. Propone la habilidad de trabajar con
elementos para formar un todo que no era
conocido. También se toma en cuenta la
facilidad de visualizar un plan, organizarlo y desarrollarlo, teniendo presente
las aristas que pueden influirlo.
Para
evaluar objetivos de aprendizaje que tengan relación con los saberes de este
quinto nivel, es necesario diseñar pruebas con ítems que propongan la
integración de los elementos de un todo, la modificación y/o substitución de
premisas, replanteamientos, la invención, la planeación, diseño, formulación, generación, rescritura. Son útiles estas preguntas: ¿cómo resolvería?, ¿qué propone para solucionar?, o planté un final diferente, con base en los datos haga predicciones,
planteé una solución diferente que arroje los mismos resultados, etcétera.
La evaluación
es el último nivel de la taxonomía. Hace referencia a la facultad para tasar, valuar; se mide por
medio de los procesos de análisis y síntesis. Para llegar a este nivel se requiere de la formulación de reflexiones sobre hechos,
valoración de métodos, aplicación de normas valorativas. Incluye juicios cuantitativos y cualitativos frente a
una situación, basados en evidencias, criterios, indicios.
Llegar
a este nivel involucra el desarrollo sistemático del aprendizaje, por lo que al
evaluarlos hay que tener presente que los juicios de valor es la cualidad más
sobresaliente que hay que ponderar en este nivel, motivo por el cual al
elaborar los instrumentos evaluativos deben tomarse en cuenta planteamientos
que incluyan actividades en los que haya procesos de selección ponderada o
comparada, decisión, verificación, cotejo, discriminación, contrastes, entre otros.
Finalmente,
vale destacar que la evaluación, como proceso que es, cumple entre sus múltiples funciones la de
valorar y ponderar los dominios de los estudiantes, y una de
las mejores maneras de hacerlo es teniendo siempre presente el objetivo de
aprendizaje al que sirve y del cual es objeto.
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