martes, 19 de agosto de 2014

“...hagamos tres chozas...” o lo que es lo mismo “...hagamos una vaquita...” (Experiencia vivida en el DEI)

 
Por Carolina Lara,
Chiapas, México.



...y cada una, cada uno fuimos llegando, invitadoas...interesadoas...al amanecer, al atardecer, durante la noche o a media mañana...desde la Argentina de Monseñor Angelleli, Chile que trae al corazón al pueblo Mapuche y la gran urbe de Santiago... Colombia, Bolivia...de la cintura del la América Latina ... Panamá, con corazón Chapin...Nicaragua, San Salvador, tierra de nuestro querido y reconocido santo desde el mismo día que murió, por la gente del pueblo San Romero de América...México, Chiapas...tierra que camino el Caminante... el jTatic Samuel, el cuidador de los pueblos...México, Tlaxcala con ritmo y corazón Colombiano...llegamos a San José, Costa Rica...tierra que adoptó a nuestro hermano mayor y compañero de camino el chileno Pablo Richard...Cuba y Brasil nos dieron la bienvenida con la voz y el corazón de  nuestra hermana Silvia Regina, que compartió su corazón con nosotroas...y nos acompaño en la pareja de Luiz y Maristela...sí... hay que caminar juntos, juntas, juntoas...

Iniciamos esta experiencia... fuimos subiendo...o bajando?...aprendiendo o desaprendiendo? no sabemos...lo único que sabemos es que vamos caminando juntoas... algo buscamos... algo queremos... algo nos ha llevado hasta ahí, dejando casa, familia, trabajo, comunidad pastoral...dejamos...aunque traemos...traemos lo que hemos dejado, familia, casa, trabajo, comunidad pastoral, pues por eso, esas, esos, estamos aquí.

 
Y el salón se hizo nuestro espacio, nuestro útero...donde se generaba vida, nueva vida...lugar donde se mezclaban ideas, pensamientos...cruzando miradas y sonrisas… donde compartimos los sufrimientos, las alegrías, las hazañas, los dones, las capacidades...lugar de acuerdos y desacuerdos, que nos unían más...y pusimos en la mesa de estudio como en la de los alimentos la experiencia del campesino, la del agricultor, la de la madre de familia, la de las mujeres, la de los padres de familia, la de los homosexuales, la de los pastores, la de la pastora, la de los presbíteros, la de los jóvenes, la de los universitarios, la de la religiosa, la de las laicas, la de los y las docentes, la del religioso, la del amigo, la de la amiga... y brotó la solidaridad, se cocinó la sororidad, fraternidad...poco a poco... a fuego lento en medio de éste caminar...mientras jugábamos, bailábamos, dormíamos, comíamos, orábamos, discutíamos, escuchábamos, descansábamos, aprendíamos...nos disculpábamos...nos aceptábamos.

Y descubrimos que no había necesidad de pensar, de creer, de expresar, de decir lo mismo para estar juntas, juntos, juntoas...lo que si era importante que todoas tuviésemos era la capacidad o disposición de Amar...ofrecer el corazón…descubrirnos en el otro, otra, otroa y descubrir al otro, otra, otroa... descubrir que el sueño de una casa, una comunidad de hermanos, hermanas...es posible gracias a nuestras diferencias...mientras la caminada seguía y el sol o la noche o la tarde se ponía vislumbrábamos un horizonte que por nuestra experiencia no nos parecía lejano, creímos tocarlo, palparlo...¡es posible! Más de una, uno, gritábamos en nuestro corazón que palpitaba y ardía, cuando ya nos re-conocíamos en los otros, otras...cuándo aquel, aquella, y sus aquellos y aquellas ya no nos eran indiferentes pues ya teníamos sus historias corriendo en nuestras venas...abuelos, abuelas, esposas, esposos, hijos, hijas...

Y amaneció...cuando nos dimos cuenta que había que bajar o subir, dejar o quedarse y los sentimientos se encontraron...¡que a gusto estamos aquí!... y con el corazón lleno de nombres bajamos o subimos o dejamos o nos fuimos, motivadas, motivados a seguir caminando, acompañando, aprendiendo, construyendo... amando...una nueva constelación se formó, un nuevo retoño de amistades surgió...cuando lo reconocimos y nos reconocimos al com-partir el pan de la vida y la palabra.





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