lunes, 12 de octubre de 2009

PABLO Y LAS COMUNIDADES CRISTIANAS



¿Dónde se reunían las primeras comunidades cristianas? ¿Quiénes formaban parte de las comunidades? ¿Qué hacían?

Comunidades domésticas “abiertas”
Como fruto de la misión de Pablo y de otras personas, surgieron muchas comunidades en los pueblos y en las grandes ciudades del Imperio Romano.

Basándonos en lo que J. Becker expone en su libro Pablo, apóstol de los paganos, un primer dato que encontramos es que las comunidades cristianas no mantienen una relación directa con el Templo, símbolo de la unidad en el judaísmo, sino que se reúnen en las casas de algunas familias (Rm 16, 5; 1 Cor 16, 19).

Ahora bien, ¿quiénes formaban parte de las comunidades? Al parecer, en las comunidades cristianas participaban gente pobre y también personas acomodadas de los estratos intermedios (1 Cor 1, 26-27). Son comunidades “abiertas” a todas las personas. Es decir, no ponen como condición para ingresar ningún requisito cultural ni económico.

Para Pablo el rasgo fundamental de la comunidad es la unidad. Ahora bien, ¿es posible la unidad en una sociedad que marca fuertes diferencias entre hombres y mujeres, esclavos y libres, griegos y judíos, ricos y pobres? Según Becker, las comunidades de Pablo, abiertas a todas las personas, hacían un gran “esfuerzo de integración”. El énfasis de Pablo es que unirse a Cristo significa echar abajo las diferencias, todas las personas tienen la misma dignidad, todos somos uno en Cristo (Gál 3, 26-28). En la comunidad ya no deben existir desigualdades ni divisiones entre ricos y pobres, hombres y mujeres, judíos y griegos. Este ideal se expresa mediante la comunión de bienes y la solidaridad (1 Cor 16, 1-3).

Comunidades cristianas comprometidas
¿Cómo se relacionaban las comunidades cristianas con el mundo que les rodea? En el tiempo de Pablo pensaban que era inminente el fin de los tiempos (1 Cor 7, 29). Esto hizo que algunas comunidades, como la de Tesalónica, se desentendieran de la vida y el trabajo; Pablo les llama a asumir sus compromisos cotidianos (1 Ts 5, 1-22).

El culto a diversas divinidades y las doctrinas extrañas eran muy frecuentes en el mundo helenístico-romano. En este aspecto es muy claro que las comunidades rechazan y no toleran la idolatría y todas las prácticas derivadas de la misma (1 Cor 10, 14-22). Aunque rechazan el culto a las divinidades, aceptan a las autoridades del imperio. Pablo recomienda cumplir con los deberes de la sociedad (Rm 13, 1-7), pero al mismo tiempo exige de la comunidad una conducta ejemplar con los demás, no sólo dentro sino fuera de la comunidad (1 Ts 4, 9-12; Flp 4, 8-9; Gál 6, 10). No es del todo justo decir que las comunidades de Pablo no tenían una actitud crítica ante el imperio, a este respecto Becker afirma que la comunidad cristiana “pretendía evangelizar y hacer cambiar a las personas, pero no se tenía una idea de cómo debía ser un Estado y su sociedad”.

Las comunidades cristianas en el Imperio Romano
“Para caracterizar los estratos sociales del Imperio Romano en la época postaugustana, lo mejor es representar la pirámide dividida en tres partes. La cúspide la ocupaba el estamento romano de los senadores, seguido inmediatamente del estamento ecuestre… Este pequeño grupo gozaba hereditariamente de inmensos privilegios. Acumulaban la riqueza, el poder y la educación. El cristianismo paulino no había entrado aún en ese primer estamento.

La amplia base de la pirámide estaba compuesta por la gran masa de los no propietarios, los esclavos, los mercenarios, los pequeños artesanos, los agricultores, etc… Entre el estamento superior y el inferior encontramos la capa media que, promovida por medidas imperiales, ocupaba sobre todo los suburbios y había alcanzado un relativo bienestar con el comercio, la producción o la prestación de servicios. Cuando Pablo evangelizaba las ciudades, se relacionaba sobre todo con esta pequeña burguesía y con el estamento urbano inferior. Dejó de lado la población rural porque centró su actividad en las ciudades helenísticas” (Becker).

Las comunidades cristianas frente al Imperio Romano
“Este cristianismo primitivo no llegaba con ningún programa para cambiar el mundo. No se propuso resolver el problema de los esclavos, construir una sociedad basada en la justicia social, recomendar una distribución del poder político, liberar a los grupos oprimidos, desencadenar debates generales sobre los derechos humanos. Ya la esperanza en el inminente fin del mundo cerraba esas perspectivas… No podemos transferir a la antigüedad los debates político-sociales que tienen vigencia desde la época de la Ilustración. Sin embargo, esto representa sólo una cara de la moneda.

Como el cristianismo era una oferta hecha a todos los habitantes de la ciudad, eso significaba que en una casa cristiana se reunían todos, muchos de ellos sin haber mantenido antes, o apenas, relaciones entre sí: pobres y acomodados, esclavos y libres, mujeres y hombres, griegos y orientales, gente de diversas profesiones, etc. Estamos así ante la tarea decisiva de estas comunidades domésticas… Se trata de una tarea que no tiene equivalente en ninguna otra comunidad religiosa de la antigüedad, ya que esas comunidades practicaban la selección social y profesional. Aquí tuvo, pues, el cristianismo una tarea especialmente llamativa” (Becker).



Las comunidades cristianas y la casa
“La casa de la antigüedad como recinto donde vive la familia pasó a ser el centro de la comunidad local, el lugar de reunión para el culto divino, alojamiento para misioneros y enviados, foco de irradiación misionera y marco para la nueva vida cristiana. La casa de la antigüedad, gobernada por el padre de familia, era el elemento decisivo de la ciudad y del Estado del Imperio Romano. La familia era el único entramado social que conoció la antigüedad. La casa solía ser también fundamental para la economía, porque allí se producía lo que era la base del sustento de la familia… De ahí que fuera una opción especialmente afortunada la que hizo el cristianismo cuando eligió la casa como base de su difusión” (Becker).

La Iglesia universal
“La comunidad local entendida como un colectivo ligado a la casa y que se reúne en ella no debe hacernos pensar en la existencia de numerosas comunidades domésticas que formaran una asociación privada y limitaran sus actividades y relaciones a su propio ámbito local. La comunidad local estaba presidida por una conciencia eclesial totalizante y un sentimiento de unidad... Esto ocurrió sobre todo porque Pablo dio a todos las comunidades el mismo testimonio sobre Cristo e introdujo el bautismo y la cena del Señor en las comunidades.

Pero no se limitó a esto, sino que confió a la comunidad la responsabilidad de toda la Iglesia. Así Filipos apoyó financieramente la misión paulina. Las comunidades acogían temporalmente a otros misioneros; pero, sobre todo, las comunidades enviaban colaboradores a la misión o hacían una colecta para Jerusalén. Hay, pues, suficientes indicios concretos de que Pablo esperaba que las comunidades participaran activamente en la construcción de la comunidad escatológica a escala mundial. Estas indicaciones, entre otras, sobre la promoción que hizo Pablo de una Iglesia universal no pueden extrañar en él, porque fue el primer teólogo del cristianismo primitivo que desarrolló una concepción unitaria de la Iglesia” (Becker).

La liturgia en las comunidades de Pablo
Las comunidades de Pablo celebran la liturgia en sus casas. No hay objetos de culto, vestidos y preparativos rituales, como tampoco existe una separación entre la liturgia y la vida, que gira en torno al bautismo y la eucaristía.

El bautismo lo administraban miembros de la comunidad y misioneros (1 Cor 1, 11-16), “en el nombre de Jesús” (1 Cor 6, 11); por el bautismo, el creyente se incorpora al “cuerpo de Cristo” (1 Cor 12, 13; Gál 3, 26-28); recibe los dones del Espíritu Santo (1 Cor 6, 11) y, en consecuencia, debe dejar atrás el pasado y emprender “una nueva vida” (Rm 6, 1-4). En el acto del bautismo, el creyente hacía una profesión de fe ante la comunidad con una fórmula semejante a Rm 10, 9.

La vida litúrgica de las comunidades gira, sobre todo, en torno a la eucaristía (1Cor 11, 23-27). Parece que las comunidades de Corinto, antes de la eucaristía, hacían una comida ordinaria. A ellos se refiere Pablo cuando las personas acomodadas de la comunidad se comían todo y dejaban sin nada a los esclavos y asalariados (1Cor 11, 17-22): “Esta ya no es la cena del Señor” afirma Pablo, porque han roto el signo fundamental: la comunión de los fieles. Donde no hay justicia y unidad no puede haber eucaristía.

En algunas cartas de Pablo podemos encontrar profesiones de fe (1 Cor 8, 6), himnos (Flp 2, 6-11), acción de gracias (1 Cor 1, 4-7; Flp 1, 3-6) que nos dan una idea de la liturgia de la palabra en sus comunidades.

Los ministerios en la comunidad de Pablo
Las comunidades de Pablo se reúnen en asambleas generales cuando surgen asuntos importantes (Hch 15, 6; 1 Cor 5, 4-5; Gál 2, 11-14). Las comunidades no tienen una organización jerárquica, sino ministerial. Pablo describe la comunidad como un “cuerpo” donde todos sus miembros tienen una tarea y una sola cabeza: Cristo. Como afirma Becker, las tareas o ministerios pertenecían a la comunidad, no a una persona determinada, y los podían desempeñar una o varias personas, turnándose unas a otras. Pablo da especial importancia a los carismas de misión, sólo en segundo término habla del carisma de gobierno o dirección de las comunidades (1 Cor 12, 27-30).

Parece que algunos miembros de la comunidad de Corinto tenían especial predilección por el don de lenguas, quizá por ser más espectacular y llamativo. Pablo sin embargo advierte que prefiere el don de la profecía porque su mensaje se entiende y “edifica a toda la comunidad” (1 Cor 14, 4) y, sobre todo, enseña que el don principal es la caridad (1 Cor 13, 1-13). Sin la práctica concreta del amor solidario, todos los demás carismas pierden su sentido.

Los ministerios y la organización de las comunidades
El hecho de que Pablo desarrollara en sus comunidades una conciencia de Iglesia universal no implica que Pablo organizara una autoridad central. Como afirma J. Comblin (Pablo: trabajo y misión) , para Pablo “no había organización alguna de todos los cristianos en dependencia de una autoridad central... Para unir a todos los cristianos bastaba con Cristo y el Espíritu, el bautismo y la cena del Señor”.

Esto no quiere decir, por otra parte, que las comunidades fueran anárquicas. Por supuesto que había personas que “presidían” cada comunidad. ¿Qué hizo Pablo para organizar las comunidades? A este respecto Becker afirma: “Nos consta, ante todo, lo que no hizo: no creó cargos locales ni provinciales para declinar en ellos su responsabilidad. Determinadas tareas en la comunidad son asumidas por personas concretas y éstas debían ser respetadas (Rm 12, 6-13; 1 Cor 12, 28; 1 Tes 5, 12-13); pero las tareas pertenecían a la comunidad y podían desempeñarlas una persona o varias, o relevándose unas a otras... Cada comunidad es la única responsable de todo. No es una parte de la Iglesia, sino el cuerpo íntegro de Cristo” (Becker).

Carismas
En sus cartas Pablo nos dice que los carismas son dones del Espíritu Santo “para provecho común” (1 Cor 12, 7). Cuando Pablo hace ver a la comunidad de Corinto que prefiere el don de profecía al don de lenguas, el argumento es muy claro: “el que habla lenguas se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a toda la comunidad” (1Cor 14, 4). Los carismas no son privilegios para sobresalir, sino servicios para edificar la comunidad; por eso el principal carisma es el amor (1 Cor 13, 1).

Durante los viajes, Pablo mantenía contacto con las comunidades a través de mensajeros (cf. Col 4, 10; 1 Cor 1, 11; 16, 12-17; 1 Tes 3, 2-6), y a partir del segundo viaje, también lo hacía a través de cartas. Pedía que sus cartas fueran leídas en las reuniones de la comunidad (1 Tes 5, 27) y que fuesen enviadas también a las demás comunidades. La segunda carta a los Corintios, por ejemplo, fue escrita para todas las comunidades de Grecia (2 Cor 1, 1). Pedía también que las comunidades intercambiaran las cartas que recibían (Col 4, 16).

Pablo escribió muchas cartas. No todas se conservaron. En las cartas a los Corintios, él menciona dos o tres cartas a la misma comunidad que no conocemos (cf 1 Cor 5, 9; 2 Cor 2, 3 – 4, 9; 7, 8-12). En la carta a los Colosenses, habla de una carta escrita a la comunidad de Odisea, que no se conservó (Col 4, 16).
Casi siempre Pablo escribe las cartas junto con sus compañeros de misión. Ellos aparecen a su lado en el saludo inicial y los recuerdos finales. Parece ser que discutían entre ellos el asunto, antes de escribir.

Una de las pocas cartas sin recomendaciones personales, ni saludos finales, es la carta a los Gálatas. Es que la relación entre Pablo y la comunidad estaba tensa, enervada. “Falsos hermanos” estaban queriendo separar a los Gálatas de Pablo (Gál 2, 4; 16,8; 3, 1; 4, 16-17). Pablo estaba irritado y fue obligado a defenderse. Otra carta, sin recomendaciones ni saludos, es la carta a los Efesios; se trata, probablemente, de una carta circular, una especie de encíclica, igual para todas las comunidades. La copia que conservamos es la que fue enviada a la comunidad de Éfeso.

Pablo viajaba, pero no se desligaba: Continuaba con el liderazgo y la coordinación general de las comunidades entre los paganos, como se le pidió en el Concilio Ecuménico de Jerusalén (Gál 2, 7-10). Mantenía contacto constante con las comunidades fundadas por él y con la Iglesia como un todo.

Busque en su Biblia Gál 3, 27-28; Rm 10, 12; 1 Cor 12, 13; Col 3, 10-11.
¿Cuál es la idea que se repite en estos textos? ¿Qué ideal plantea Pablo a las comunidades cristianas? ¿Qué aplicación tiene hoy?

Busque y lea Rm 13, 1-7.
¿Qué dice Pablo sobre las relaciones entre la comunidad y las autoridades del imperio? A la luz de nuestra realidad, ¿cómo interpretaría este texto? ¿Pablo justificaría los abusos de poder? ¿Por qué?

Busque y lea 1 Cor 10, 14-33.
¿A qué problema en concreto se refiere Pablo? ¿Cuáles son las idolatrías de nuestro tiempo? ¿Qué recomienda Pablo a la comunidad sobre su relación con la sociedad: que rechacen todo, que se aíslen? ¿Qué pide en los versículos 24 y 33?



¿Cómo vive tu comunidad, encerrada o abierta a los problemas del mundo?

Busque y lea 1 Cor 11, 17-27.
Según este texto, ¿qué problema se da en la comunidad de Corinto? ¿Por qué dice Pablo a los corintios que sus celebraciones “ya no son la cena del Señor”? ¿En qué condiciones se debe celebrar la cena del Señor?

Busque y lea 1 Cor 12, 4 – 13, 3.
¿Qué son los carismas? ¿Cuál es el criterio para discernir si un carisma proviene o no del Espíritu Santo? ¿Cuál es el carisma más importante y cuáles son sus características?

Busque y lea 1 Cor 14, 1-12.
¿Según el texto, qué otro problema se da en las reuniones de la comunidad de Corinto? ¿Cuál es el argumento de Pablo para preferir el don de profecía al don de lenguas? ¿Que aconseja Pablo para superar el desorden en la comunidad de Corinto? ¿Se dan este tipo de problemas y situaciones en nuestras comunidades? ¿Qué hacemos para resolver estos problemas?

¿A qué se deben las tensiones y conflictos que a veces se producen en tu comunidad y en la Iglesia en general? ¿A qué ministerios se les da más importancia en tu comunidad y la Iglesia en general? ¿Por qué? ¿Qué hacemos para resolver estas diferencias?

1 comentario:

Anónimo dijo...

creo que es muy interesante pero también criticable lo que aquí se expone... ¿Qué opinan los que leen este artículo?