Pobreza, cualidad
extrema de los campesinos latinoamericanos, en el cuento “Es que somos muy
pobres” de Juan Rulfo
Por
Ana Cecilia Hernández
La pobreza es cualidad extrema en los países
latinoamericanos. Cada país, cada pueblo
de nuestros territorios sufre las consecuencias de la aridez y de la pobreza en
un mundo deshonroso que ha dejado a sus hijos morir lentamente de hambre y de
tristeza. Leonardo Boff, teólogo de la
liberación, en torno al tema acota lo
siguiente: “Es como si hubiésemos
olvidado totalmente nuestros orígenes ancestrales de la cooperación originaria
que nos permitió ser humanos… la ética
vigente es egoísta y excluyente. No se pone al servicio de la vida de todos y
de su necesario cuidado, sino que está al servicio de los intereses de algunos
individuos o grupos” (Boff, Leonardo.
Servicio Koinonia, Nro. 521)
El cuento “Es que somos muy pobres”, de Juan Rulfo es una historia
humana - similar a millares de historias de nuestros campesinos pobres de la América
Ibérica - que se centra en la desolación que produce la muerte de una vaca (la
serpentina), único recurso-dote que poseía Tacha, tercera de las hijas de un
matrimonio pobre.
Tras torrenciales lluvias, el río crece, se desborda e inunda los bajíos y
arrasa lo que encuentra a su paso, produciendo angustia y desesperanza en los
miembros de la familia, quienes ven perdido el más valioso patrimonio que
poseen, la vaca.
El cuento muestra la
preocupación de los padres de Tacha por la suerte que pueda correr al no contar
ya con la dote, obsequio amoroso y sacrificado del padre en su cumpleaños: “porque mi papá con muchos trabajos había
conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi
hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito”
Tristeza, desaliento y resignación son los ingredientes que
preparan la mezcla letal del determinismo en una realidad social que para los
personajes es imposible cambiar porque están destinados a padecerla.
La respuesta aseverativa plasmada en la afirmación “es que
somos muy pobres” y que intitula el cuento rulfista de la colección “El llano
en llamas” de 1953, plantea una concepción tremendista de la vida, sujeta a un
destino inexorable. Se trata de una
respuesta que presenta como causal indiscutible la premisa de que lo que pasa a los pobres les pasa porque son
pobres.
Los sucesos que evidencian tal concepción determinista de la
vida están intrínsecos en el mensaje que subyace en la primera oración del
texto y que augura presagios nefastos: “aquí
todo va de mal en peor”. Las razones
iniciales son obvias para el personaje (un chico miembro de la familia) que las
relata de manera progresiva: la muerte de la tía Jacinta, la lluvia persistente,
la pérdida de la cosecha, la muerte de la vaca de Tacha.
En la relación de los hechos hay una idea que prevalece: la
fatalidad, manifiesta en la analogía que hay entre la inundación, la pérdida de
la vaca y la muy posible prostitución de Tacha, la hija menor de doce años.
El contenido del cuento es totalmente pesimista, pues afirma,
por ejemplo, que Tacha, al perder la vaca(la cual fue arrastrada río abajo) se
ha quedado sin recursos y sin posibilidad de conseguirse a un hombre que la
tome por esposa: “y pueda casarse con un
hombre bueno, que la pueda querer para siempre”, “con la vaca era distinto,
pues no hubiera faltado quién se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por
llevarse también aquella vaca tan bonita”; por tanto el destino que le espera es que se
vuelva prostituta, en virtud del antecedente de sus dos hermanas, y porque son
muy pobres.
En el determinismo del
cuento de Rulfo hay un pasado remoto asociado a la pobreza de la familia y del
pueblo quienes solo tienen fuerzas emocionales para pensar en sus
problemas. También se nota un pasado
lejano que alude a la prostitución de las hermanas, cuyo único destino era ese,
pues sus vidas pobres no le permitían acceder a
opciones más “decentes”; también
se destaca un pasado reciente: la pérdida del patrimonio familiar. Juntos prevén un futuro incierto y nefasto para
Tacha, su prostitución: “La apuración que
tienen en mi casa ¨[presente]es lo
que pueda suceder el día de mañana [futuro], ahora que mi hermana Tacha se
quedó sin nada” [pasado reciente]. Aquí la familia vislumbra con certeza y
convicción que tras el desastre de la inundación, nada positivo ha de venir. Están condenados.
Pero hay elemento adicional que refuerza la conciencia fatalista del campesinado: la
religión, único amparo emocional y que con su efecto colateral, ha impregnado
de un espíritu de resignación el humor y el corazón de los pobres. Sobre el
tema, la revista La
palabra y el hombre expresa: “se atribuyen poderes a Dios para intervenir
en el mundo … esta creencia induce al individuo a ser obediente y sumiso, no
solo frente a Dios, sino frente a todo aquello que se eleve por encima de él”
(Campbell, Ysla, abril-junio 1991, p.
284)
En el cuento, el campesino intenta buscar una explicación al hecho de que las hermanas se hayan
convertido en “pirujas”, a pesar de la conducta irreprochable de la
familia que nunca les alentó ni aprobó el
inmoral comportamiento. Al no encontrar una justificación terrenal más
allá del hecho de ser pobres, la familia
busca, entonces, respuestas en la religión y el destino preestablecido para los
pobres: “Mi mamá no sabe por qué Dios la
ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo, cuando en su familia, desde
su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron criados en el
temor de Dios”. La búsqueda de una explicación
razonable a tan anómala conducta de las hijas, hace que la madre se angustie y
padezca sufrimientos y pesares: “Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice:
que Dios las ampare a las dos". Para el campesino pobre, en lo
supraterrenal y lo divino están las respuestas.
En este cuento lo sobrenatural se encarna en los designios de
la naturaleza-representante de Dios en la tierra- y en las pérdidas que trae
consigo. Ambos elementos, Naturaleza y Dios, constituyen fuerzas dominantes y
avasalladoras que dan impulso a la pasividad, la cual emerge de antiguas
conductas de sumisión, germinadas en la tierra fértil del vasallaje de las épocas
coloniales, reforzadas con hábitos y
tradiciones ancestrales, y complementadas con la ignorancia, el escaso acceso a la educación y la
imposición de modelos económicos que hacen al rico más poderoso, y al pobre más
frágil. Otra vez Boff señala: “El genio del capitalismo siempre ha
encontrado salidas para su propósito de acumulación ilimitada”, y agrega al
respecto de la producción y la acumulación de riquezas: “Es necesario producir, pero respetando el alcance y los límites… , no
meramente para acumular sino para atender … las demandas humanas”. ( Boff
Leonardo, Servicio Koinonia, Nro. 500).
Y sirva el caso colombiano como referencia para evidenciar una realidad
de la cual el campesino latinoamericano, aún en este siglo XXI no ha podido
escaparse: “52% de la gran propiedad está
en manos de 1,15% de la población, lo que indica que se trata de uno de los índices
de distribución de riqueza más precarios no solo en la región, sino en el
mundo” (PNUD. Informe de Desarrollo Humano, 2011)
Es esa realidad dictatorial que no puede con las cifras que
ha impuesto el mundo del capital y la riqueza, pues aun cuando el pobre no sabe
de cifras, sí sabe de sus consecuencias: la desolación y la resignación, y
un destino incierto como el de Tacha.
Un pasado de sometimientos y ultrajes ha marcado a los
pueblos campesinos con igual intensidad en el presente y con clara proyección hacia el futuro, y es que en
tiempos actuales aún no se ha logrado reivindicar al campesino tal y
como se merece. Estudios sociológicos y antropológicos en la
región latinoamericana demuestran que
las políticas de estado tienden a favorecer la culturización occidental, en pro
de un desarrollo globalizado que excluye, casi siempre, al campesinado, dado
que se interpreta que no tiene mayores aportes que hacer a su propia
superación. La Revista
colombiana de sociología reproduce de Carlos Salgado lo siguiente: “Las políticas están dirigidas a un alguien
indiferenciado, pobre, excluido… y que ha de ser redimido por los programas”
(Revista colombiana de sociología, vol. 35, 2012).
Los gobiernos tienden
a presentar agendas diseñadas y enfocadas en planes sociales, económicos y
culturales preestablecidos, y a los que
el campesino no ha tenido acceso en sus fases de gestación y
programación. Sigue expresando Salgado: “Omiten
un concepto claro de lo campesino y hacen eco de la visión propia de las
teorías convencionales sobre el desarrollo…
y convierten a la modernización en su propósito principal” (Revista
colombiana de sociología, vol. 35, 2012).
La pobreza es una cualidad extrema en los países de América Latina
porque desde antiguo se hizo huésped omnipresente en los hogares de la gente pobre,
como el de Tacha. Talmente lo ha planteado
Rulfo en el simbolismo de su magistral obra en la que se desvela una siniestra simbiosis entre Tacha y el Río, pues “mientras
la creciente sigue subiendo… los dos pechitos de ella… comenzarán a hincharse
para empezar a trabajar por su perdición”, así como el río crece y devasta,
arrastrando todo con furia en pos de la destrucción.
1 comentario:
Me parece estupendo este argumento, ma ha servido mucho en cuento a conocer a mas profundida la tematica de la pobreza dentro d la obra de Rulfo como a enterarme de la vida tan triste que llevan los campesinos latinoamericanos.
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